La llegada del Domingo de Ramos, marca el inicio de una de las semanas con más ajetreo de la capital, ya que es el inicio de la Semana Santa. Durante estos días (25 de marzo a 1 de abril), las procesiones serán las protagonistas, llenando las calles de Madrid. Una de las más importantes y conocidas es la del Cristo o Jesús de Medinaceli, cuya comitiva empieza en la iglesia que lleva su nombre, muy cerca de la calle de las Huertas. Así, conozcamos algunos de los avatares por los que ha pasado a lo largo de la historia.
Esta talla de 1,73 metros de altura, no siempre ha estado en este templo. La imagen fue creada en la primera mitad del siglo XVII en Sevilla, desde donde partió a la plaza fuerte de Mámora (Marruecos), para que los cristianos que defendían la ciudad pudieran adorarla. Con la caída del lugar, la talla queda en manos de los musulmanes que la someten a todo tipo de vejaciones e insultos. Para recuperarla, la orden Trinitaria especialista en la liberación de cautivos cristianos, tuvo que llegar a un acuerdo con el rey árabe Muley, que fijó el precio del rescate en su peso en oro. Cuenta la leyenda que cuando se llegó a la cantidad de treinta monedas la balanza se equilibró, ya que fue la misma cantidad que cobró Judas por traicionar a Cristo.
Una vez rescatada la imagen llegó en 1682 a Madrid. Su fama de milagrosa hizo que en su primera procesión, "todo Madrid" saliera a la calle a venerarla, desde los pobres a la familia real, tradición que se ha mantenido hasta hoy, ya que es costumbre que el primer viernes de marzo algún miembro de la casa real la visite, incluso bese sus pies, una de las tradiciones más arraigadas entre los madrileños. Las peripecias de la imagen continúan en los siglos posteriores, siendo quizá la más destacada la que ocurrió durante la Guerra Civil. Durante la contienda, los frailes ocultaron la imagen que más tarde sería descubierta por los republicanos. Dado su valor artístico y religioso, la imagen se entregó a la Junta del Tesoro, que la llevó a Valencia, después a Barcelona y finalmente a Ginebra junto con todo el Tesoro Artístico de la nación. En 1939, la talla regresaría a Madrid, descansando finalmente en la iglesia en que se puede visitar hoy día.